Siempre supe que incinerando niebla
Enloquecían sus folículos de ocaso,
Por eso cargo mecha en los ojos
Para que me copule la pira del relámpago.
Siempre supe que los cielos retuercen sus varices
Para torturar el regocijo del rayo,
Que a su muerte anuncia
La descarga fallida de su orgasmo.
Siempre tuve la certeza de que me alumbraste
Anudando alféizares de chispa
Y embalarme así a tu bengala,
Que si me rabiaban a veces las arterias
Escarbando tus raíces arreciabas.
Así ardo y me arrastro y desguarnezco,
Disocio la lava de su piedra
Y mi sombra se enjuaga con materia.
Siempre supo esta matriz de fiera
Que el abrevadero que enervo entre los senos
Pudo ser de lana
Y que la lana se mustia con la niebla.
(Por ello digo que sólo quiero rondarle al fuego).
Dicen que a la muerte la excitan los derrames
Y a su vez en carne
Se ha de sepultar el gozo.
Yo digo que el gozo no posee terminales,
Es un nirvana
Y como tal brota de su cárcel.
Dicen que la máscara culmina
Apuñalando la identidad de su resguardo,
Pero yo sólo me calzo mi cilicio de centauro.
Así voy a buscarte con miedo y sin codicia,
Porque las bestias saben honrar sin apetito
Y no hay más voracidad
Que este deseo en el que habito.
-Nadie sabe lo que un cuerpo hincado
Entierra en su agonía.-
Entonces aparecen escaleras...
Y cuando ansío remontar algún peldaño,
Ostentarlo, exaltarlo y recorrerte
Desperdicio esta raza
De valquiria penitente.
Las escaleras no son para las fieras,
Las escaleras son hogazas ya lamidas,
Se nutren de esquelas
Y refriegas de zapatos,
y como un escapulario desplegable
Plastifican el recelo a las subidas.
Dicen que las ostras desgarradas
Pierden por amor sus astrolabios.
Y que estos ojos chillan centeno
Mientras menstrúa el mundo
Con parteras y sudarios.
Pero yo sólo me calzo mi cilicio de centauro
Y así sigo tropezando, salvaje y sometida,
Como la cuartada que exige el hombre
A su mitología.
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